El artista ovetense Juan Falcón nos presenta una obra que, entre otras cosas, nos confrontan con elementos clave para comprender los itinerarios de la cultura visual en la era de Internet y las redes sociales desde una equilibrada variedad conceptual. Invita a reflexionar sobre la complejidad de la desmaterialización de la experiencia artística contemporánea y presenta un recorrido que nos ayuda a articular las ideas sobre el conocimiento, el pensamiento, la memoria y el poder humano.
EL JARDÍN DE LA MEMORIA
¿Qué significa recordar? ¿Por qué es un verbo tan valioso para la condición humana? Los recuerdos podrían definirse como impresiones, vinculadas a los sentidos, que permanecen en nuestra memoria. Puntos de conexión entre el espacio interior de la mente y el espacio exterior del mundo. Además, para bien o para mal, funcionan como anclajes del pasado que se convierten en soportes para afrontar el presente y encarar el futuro. Nos aportan un horizonte. Son parte importante de nuestra identidad.
¿Tienen los recuerdos fecha de caducidad? ¿Se perderán como lágrimas en la lluvia? ¿La digitalización del mundo digitalizará también nuestros recuerdos? Depositamos toda nuestra confianza (la que no tenemos en nuestra memoria) en la tecnología como guardiana. Los ordenadores, cámaras digitales, móviles y demás artilugios almacenan hoy gran parte de nuestros recuerdos.
Juan Falcón analiza la crisis de la memoria en tiempos de sobreabundancia informativa y de confianza ciega en el dataísmo. Aglutina y encapsula elementos procedentes de ordenadores, routers, cámaras, móviles... El jardín de la memoria se tiñe de futurismo y su jardinero es un cyborg. Stelarc tuvo claro su objetivo desde las primeras acciones en los años 70: la reinvención del cuerpo. La Utopía posthumana quizá permita, en un futuro no muy lejano, superar las limitaciones físicas del cuerpo y posibilitar la descarga de los recuerdos para garantizar su trascendencia.
Natalia Alonso Arduengo
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